Como cuidadores, damos. Generalmente lo hacemos sin quejarnos. Siempre nos ponemos a nosotros mismos y a nuestras necesidades en segundo o tercer lugar. Rara vez decimos que no. A menudo nos esforzamos tanto que nos preguntamos cómo podemos recuperarnos la mayoría de los días.
Lo que no es definir roles, asignar responsabilidades o delegar tareas. No pedimos ayuda, definitivamente no hablamos de nuestros sentimientos y no nos expresamos de una manera que ayude a los demás a entender cómo relacionarse con nosotros. En primer lugar, porque no respetamos nuestros propios sentimientos.
Las necesidades pueden (a veces) dejarse de lado, pero los sentimientos no. Los sentimientos positivos de entusiasmo, alegría y felicidad pueden expresarse libremente, pero los sentimientos negativos de miedo, frustración y resentimiento se reprimen o se embotellan. Sin embargo, sólo se resuelven si también se les da rienda suelta. No pasa nada por expresar tus sentimientos.
Como cuidador, es probable que tenga emociones más frágiles y una mayor sensibilidad a lo que percibe como críticas de los demás debido a las continuas presiones y factores de estrés, por lo que es difícil, primero, no tomarse los comentarios de los demás tan a pecho y, después, abstenerse de estallar contra las personas que los dicen.
Bueno, ¿cómo lo hago?
A menudo, los comentarios proceden de personas que no tienen experiencia como cuidadores y, aunque suelen ser bienintencionados, a menudo resultan más ofensivos. Por desgracia, hay muy pocos consejos para mantener la compostura, aparte de respirar hondo un par de veces o contar hasta 3 (o 5 o 10) antes de responder, pero hay que responder con calma y respeto a lo que se diga, por tu propio bien y tu cordura.
Lo siguiente es comunicarse con claridad. Esto significa utilizar frases con "yo" (ser dueño de tus sentimientos y darlos a conocer) en lugar de frases con "tú" (culpar o insultar a los demás). Por ejemplo, decir "necesito que me eches una mano" en lugar de "nunca me ayudas".
También significa permanecer en el presente y no volver al pasado. Sacar a relucir errores del pasado, viejas pautas o heridas -tuyas o de ellos- no es productivo y no conseguirá lo que se necesita ahora. Este enfoque sólo servirá para hacerte retroceder.
Dar voz a tus sentimientos no es lo mismo que quejarse. Expresar tus sentimientos puede dar la vuelta al guión con los demás, darte confianza o alivio, e incluso ayudar a motivar a los que te rodean para que actúen. Una buena comunicación ayuda a los demás a entender tus límites y necesidades. Es inevitable que la gente te diga cosas que no te ayudan, pero tienes la oportunidad de ayudarles a adoptar un enfoque mejor que tenga más en cuenta tu papel de cuidador.
De nuevo, ¿cómo lo hago?
Estos pasos recomendados pueden parecer sencillos y simples, y su franqueza puede hacernos sentir incómodos a las personas que nos preocupamos por los demás, pero cuando se trata de una comunicación clara y eficaz, funcionan.
Haz que sean conscientes de tus emociones y tu sensibilidad. Y recuerda que no tienes que justificarte ni explicar por qué. Simplemente hazles saber que, aunque no sea tu intención, de vez en cuando reaccionas de forma exagerada, y pídeles que lo entiendan y tengan paciencia.
Pídeles que se pongan en tu lugar y que, en consecuencia, piensen antes de hablar. Hazles saber que agradeces las aportaciones útiles, pero que no necesitas afirmaciones obvias ni comentarios improductivos sobre tu papel como cuidador.
Dales una lista de cosas que no deben decirte. Si crees que hablar así en general no va a ayudar a una persona concreta que tienes en mente, escribe las cosas que dicen y que más te irritan, dáselas y pídeles educadamente que se abstengan de decirlas, haciéndoles saber cómo te hacen sentir.
Está bien decirles que ellos también tienen parte de responsabilidad. Las personas que te rodean tienen mucho que ver en una comunicación responsable y solidaria. Tenlo en cuenta y no sientas que tienes que corregir constantemente o ser tan complaciente. Te deben cortesía y respeto.
Pide lo que quieras. Si necesitas algo que las personas que te rodean puedan proporcionarte, no dudes en pedírselo. Diles que, si quieren ofrecer su apoyo de forma abierta e intencionada, podrían hacer alguna tarea doméstica, cuidar el césped o la colada, ofrecerte una comida, hacer la compra o simplemente prestarte un oído empático. Y lo que es más importante, pídeles gracia y flexibilidad cuando estén juntos en el trabajo, la iglesia o las reuniones familiares.
Trabajar para decir no
Practica, practica, practica. Esto no significa empezar a decir que no a todo. Como cuidador, eso sería imposible de todos modos, pero puedes empezar a utilizar estos métodos cuando necesites decir que no. Estos métodos pueden ayudarte a aliviar tu incomodidad a la hora de decir que no, así como a asegurarte de que los demás entienden lo que dices.
Da una razón clara para decir que no. Esto no significa justificarte, sino explicar que con tus obligaciones/carga de trabajo actuales, no podrás cumplir las expectativas añadiendo algo más. A menos que la persona que te lo pida pueda ayudarte a descargarte de algunas de tus prioridades actuales, no podrás asumir nada más.
Reformule la petición. Utilízalo si realmente te sientes obligado a decir que sí, ya que no es exactamente un no. Explica que estarías encantado de encargarte de otra cosa, aunque tendrá que ser en tu horario y no en el suyo, y que recibirán tu mejor esfuerzo pero no esperarán la perfección.
Explique por qué su no es lo mejor para todos. Explícale que si te haces cargo de otra cosa, por grande o pequeña que sea, es probable que tus otras responsabilidades se resientan, puesto que ya has priorizado tu carga de trabajo para cumplir con las cosas que son más importantes y valiosas para ti, y puede que no haya nadie que te releve.
No es en absoluto irrazonable ni irrespetuoso ser diplomático y sincero al decir que no.